
Foto: Lesmode
To be, or not to be: that is the question:
Whether 'tis nobler in the mind to suffer
The slings and arrows of outrageous fortune,
Or to take arms against a sea of troubles,
And by opposing end them ?
Hamlet, de William Shakespeare
No es nada fácil tratar de imitar la estrategia del fénix: renacer de las propias cenizas. Cada día que comienza es una nueva oportunidad, y a veces quedan aun frescas las marcas de cuanto nos afecta: las noticias de la violencia cotidiana, las frustraciones, las injusticias; la búsqueda de empleo, con esperanza, o la lucha por conservarlo, con preocupación.
Si uno no se adapta bien a las circunstancias, puede ser calificado de débil o no apto, y si se adapta muy bien, puede ser visto como frio e insensible. Pues ni una cosa ni otra, somos humanos y nada de lo humano no es ajeno, ninguna de las dualidades que crea nuestra mente: bueno-malo, positivo-negativo, fuerte-débil, izquierda-derecha, feo-bello.
Si un desconocido nos perturba intencionalmente, puede ser una oportunidad para desarrollar la paciencia, hasta cierto punto. Pues no es con los amigos con quienes más ocasiones tenemos de practicarla, sino con quienes nos ponen a prueba, como involuntarios instructores que nos toman lección. Incluso si no nos queda otra que actuar en defensa propia o en defensa de otros, es importante hacerlo en la medida justa, sin excederse, y sin estar cargado de odio. En ese sentido, siempre me han fascinado las técnicas de aikido, aun cuando yo no lo practico.
¿Y si el daño proviene de alguien conocido, incluso querido? Eso puede doler más, puede sentirse como que duele en el pecho, o en el alma, que desanima, que perturba. Entonces uno renace de sus propias cenizas, y perdona. ¿Por qué? Porque ninguno de nosotros es perfecto, porque también cometemos errores, también querremos ser perdonados, y el perdón es bueno para quien lo recibe y también para quien lo da, para eliminar el resentimiento y quitarlo del espíritu. El odio, el desánimo, pueden contagiarse, transmitirse, extenderse como una enfermedad, hasta que llegan a alguien que se niega a transmitirlos. Allí se detienen su camino y sus efectos.
Puedo ver en la otra persona, conocida o no, aspectos positivos. Puede ser alguien que trabaja mucho, que le gustan los animales, que se preocupa por la naturaleza, que tiene creatividad, sensibilidad o buen gusto. Cuando logro ver esas cosas, no parece tan diferente de otros humanos, no nos separan muchas cosas.
¿Es un crimen que una persona no sea exactamente cómo crees que deba ser, mientras viva en paz? Hay invasiones que se hicieron para imponer un sistema de vida o de gobierno, y que no terminaron nada bien.
Uno practica la estrategia del fénix, las circunstancias le pegan pero vuelve a renacer, y entonces le pegan de nuevo. Una y otra vez renace, y se pregunta si será una ventaja volver a la misma lucha. Es como ver el vaso medio vacío o medio lleno, una cuestión de actitud. Es una decisión que cada uno toma. Creo que es una ventaja, que cada problema es un paso más en el aprendizaje sobre cómo vivir, que cada obstáculo que superamos nos fortalece. Renacer, pero mejor, habiendo aprendido algo nuevo. Esa es una buena actitud. Pues bien, si tropezamos, si nos desanimamos, levantémonos lo más pronto posible. Practiquemos la estrategia del fénix.